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Yoga oncológico: mejor en grupo

Tres mujeres durante una clase de yoga oncológico para cáncer de mama

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Pilar López Bosque

Descubrí el yoga oncológico en la Fundación Kálida Sant Pau, de la mano de Adriana, a finales de 2018 o inicios de 2019, ya no lo recuerdo. Y no lo recuerdo porque desde entonces el yoga oncológico ha formado parte de mi vida, pero no sólo el yoga…

No voy a hablar aquí de los beneficios de practicar yoga. Hay voces y artículos que lo explican de manera más experta y, seguro, mejor que yo. Tampoco pretendo hablar de los aún mejores beneficios del yoga oncológico como terapia terapéutica y reparativa. Esa explicación, aunque la podría narrar en primera persona, se la dejo a Adriana y a otras profesoras y profesores que lo imparten a personas que están pasando o acaban de pasar por esta enfermedad.

Hoy me quiero centrar en el hecho de practicar en grupo, en un grupo de personas, reducido y estable. Practicar yoga oncológico en un grupo reducido de personas que tenemos en común un proceso oncológico, suma.

Suma porque, aunque diferentes en cada caso, compartimos vivencias y emociones que tienen relación con la enfermedad y con todo lo que implica transitar por ella.

Suma porque al ser un grupo reducido resulta fácil establecer conexiones interpersonales.

Suma porque resulta muy fácil empatizar con el momento en que puede llegar cada una a la sesión, y eso ayuda a poder explicar cómo vamos, cómo estamos, cómo nos sentimos.

Suma porque en función del estado general y las particularidades de cada una, la sesión permite cambios, colectivos o individuales, según las molestias o el proceso individualizado.

Suma porque durante la sesión realizamos juntas asanas y saludos al sol, reímos juntas, respiramos pausada y relajadamente casi al unísono y compartimos un namasté de reconocimiento mutuo de nuestros seres espirituales.

Incluso durante el confinamiento sumó, en cuanto el grupo continuó telemáticamente. Evidentemente no era lo mismo, pero el hecho de poder conectarnos el mismo día a la misma hora, compartir pantalla, vernos y sabernos al otro lado ayudó a superar momentos más o menos difíciles para cada una.

Finalmente, suma porque los procesos oncológicos unen; unen compartiendo alegrías de tratamientos y revisiones superadas y también, aunque tristemente, unen por recaídas y/o pérdidas compartidas que forman parte del proceso a pesar que no sea lo que deseamos ninguna.

Por diversas circunstancias, el grupo reducido y estable de yoga en el que participo no es el mismo con el que empecé, algunas yoguis han fallecido, pero, a pesar de ello, seguimos manteniendo un vínculo especial con el resto del grupo, una estabilidad que permite sentirse arropada, en familia yogui, que seguirá sumando con las nuevas personas que puedan ir sumándose a esta pequeña gran comunidad y también con quienes ya no están pero forman parte de nuestra vivencia compartida.

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